Las adicciones, ya sea al alcohol, a las drogas o a ciertas conductas, rara vez surgen sin una historia detrás. En muchas ocasiones, lo que vemos como una “adicción” es solo la punta del iceberg: una manifestación externa de heridas emocionales no sanadas. Y entre las causas más frecuentes de esas heridas, el trauma —especialmente el vivido en la infancia o en entornos muy estresantes— ocupa un lugar central.
Pero, ¿por qué el trauma puede llevar a una persona al consumo de sustancias o a desarrollar conductas compulsivas? ¿Qué ocurre en el cerebro y en las emociones cuando hay una experiencia traumática detrás? En este artículo, vamos a explorar cómo se relacionan estos dos fenómenos y qué enfoques terapéuticos pueden ayudar a sanar desde la raíz.
¿Qué entendemos por trauma y cómo impacta en la mente?
El trauma psicológico se refiere a vivencias que sobrepasan la capacidad de una persona para gestionarlas emocionalmente, generando respuestas intensas de estrés y desregulación emocional.
Se puede clasificar en varias categorías:
- Trauma agudo: Experiencias únicas e intensas como un accidente, abuso o un episodio violento.
- Trauma crónico: Situaciones de estrés constante como maltrato continuado o vivir en pobreza extrema.
- Trauma complejo: Acumulación de múltiples eventos traumáticos, generalmente desde edades tempranas.
Frente al trauma, el cerebro activa mecanismos de defensa que involucran la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina. Cuando esta activación se vuelve constante, el sistema nervioso se altera: la amígdala, encargada del miedo, se sobreactiva, mientras que la corteza prefrontal, que regula nuestras emociones, ve reducida su funcionalidad.
¿Cómo influye el trauma en el desarrollo de adicciones?
Las personas que han vivido experiencias traumáticas tienen una mayor predisposición a recurrir a sustancias o conductas adictivas. Esto se debe a varios factores interconectados:
- Alivio emocional inmediato: Muchas sustancias brindan una sensación momentánea de calma, ayudando a desconectarse del dolor emocional.
- Alteración del sistema de recompensa: El trauma puede interferir con los neurotransmisores relacionados con el placer y la motivación, como la dopamina, generando una necesidad constante de estímulo externo.
- Débil tolerancia al estrés: Las personas traumatizadas suelen tener menor capacidad para enfrentar el malestar, por lo que buscan escapar rápidamente a través del consumo.
- Problemas de identidad y autoestima: El trauma puede dejar una sensación profunda de vacío, desconexión o autodesprecio, que empuja hacia conductas de autodaño o riesgo.
Tipos de adicciones más comunes en personas con trauma
Las secuelas del trauma pueden manifestarse en diversas formas de adicción, entre ellas:
- Consumo de sustancias: Alcohol, tranquilizantes, cocaína, marihuana, entre otros.
- Juego patológico: La adrenalina del riesgo actúa como un escape emocional.
- Trastornos alimentarios: La comida como forma de calmar emociones intensas.
- Conductas autolesivas: Como forma de lidiar con el dolor emocional o recuperar el control.
Enfoques terapéuticos para sanar el vínculo entre trauma y adicción
Superar una adicción requiere mucho más que dejar de consumir. Es esencial abordar las raíces emocionales que impulsan esa conducta. Algunos de los enfoques terapéuticos más eficaces incluyen:
- Terapias centradas en el trauma: La Terapia Cognitivo-Conductual adaptada al trauma ayuda a resignificar lo vivido y cambiar patrones de pensamiento autodestructivos.
- Técnicas de regulación emocional: Estrategias como la atención plena (mindfulness), la respiración consciente o la exposición gradual permiten gestionar mejor el malestar sin recurrir al consumo.
- Reconstrucción personal: La terapia también debe enfocarse en fortalecer la identidad, la autoestima y el sentido de propósito, ayudando a la persona a reconectarse consigo misma.
El trauma y las adicciones suelen ir de la mano, aunque muchas veces esa relación no se ve a simple vista. Comprender esta conexión es clave para ofrecer tratamientos más humanos, efectivos y compasivos. No se trata solo de dejar de consumir, sino de sanar lo que llevó a esa necesidad.
Reconocer que la adicción puede ser una forma de autorregulación emocional es el primer paso hacia una recuperación auténtica. Con el acompañamiento adecuado, es posible cerrar heridas, reconstruirse y vivir sin depender de aquello que antes parecía imprescindible para sobrevivir.
 
				 
 
							