Vivir un embarazo es, de por sí, una de las etapas de mayor transformación en la vida de una mujer. Es un momento cargado de cambios físicos, emocionales y vitales. Pero cuando a esa etapa se suma la presencia de una adicción, el camino puede volverse especialmente duro. Culpa, miedo, vergüenza y soledad se convierten en compañeros de viaje que, lejos de ayudar, bloquean la búsqueda de apoyo.
En una entrevista reciente, la psiquiatra Bárbara Pérez, especialista en salud mental perinatal, compartió su experiencia trabajando con mujeres embarazadas que enfrentan un consumo problemático de sustancias. Sus palabras ponen sobre la mesa una realidad que muchas veces permanece invisible en nuestra sociedad.
Una realidad más frecuente de lo que imaginamos
Aunque pueda sorprender, los datos son contundentes:
- Hasta un 40% de mujeres embarazadas consumen alcohol en algún momento de la gestación.
- Entre un 10 y 15% fuma tabaco o consume nicotina en sus diferentes formas, incluido el vapeo.
- El consumo de cannabis, cocaína u otras drogas es menos frecuente, pero los riesgos asociados son aún mayores.
Lo más preocupante es que ningún consumo de sustancias es seguro durante el embarazo. Todas atraviesan la barrera placentaria y pueden generar consecuencias tanto en la madre como en el bebé: bajo peso al nacer, complicaciones en el parto, problemas respiratorios, dificultades en el neurodesarrollo o incluso síndromes permanentes como el alcohólico fetal.
La triple culpa: adicción, maternidad y juicio social
Según la doctora Pérez, estas mujeres no solo cargan con la culpa propia de la adicción. Al embarazo se suma una “triple culpa”:
- La propia lucha contra el consumo.
- La angustia por sentir que pueden dañar a su bebé.
- El juicio social que señala, en lugar de acompañar.
Lejos de lo que muchas personas piensan, ninguna mujer desea dañar a su hijo. La adicción es una enfermedad crónica, no una falta de voluntad ni un “vicio”. Y entenderlo es el primer paso para poder ofrecer una mirada compasiva y una ayuda real.
El embarazo como oportunidad de cambio
Lejos de ser un obstáculo, el embarazo puede convertirse en un momento único para iniciar un proceso de recuperación. Los cambios hormonales y cerebrales que vive la mujer durante esta etapa generan una mayor apertura al tratamiento, y la motivación de cuidar al bebé se convierte en una fuerza poderosa para sostener el cambio.
“Es una crisis vital, y como toda crisis, también es una oportunidad”, señala la doctora Pérez. Con el acompañamiento adecuado, muchas mujeres logran transformar su vida en esta etapa y comenzar un camino de recuperación que beneficia tanto a ellas como a sus hijos.
El papel de los profesionales y la sociedad
Uno de los mayores errores que se cometen frente a estas situaciones es el estigma: culpar, avergonzar o señalar. Este enfoque solo aleja a las mujeres del tratamiento por miedo a perder la custodia o a ser rechazadas.
Lo que realmente necesitan es un entorno seguro, sin juicios, con información clara y apoyo emocional. Desde la familia, la sociedad y los profesionales de la salud debemos ofrecer acompañamiento, escucha y recursos que permitan a estas mujeres sentirse sostenidas.
La recuperación es posible
El mensaje es claro: la recuperación es posible. Muchas mujeres que han atravesado este proceso han logrado cambiar sus vidas y ofrecer a sus hijos un futuro más sano y lleno de oportunidades.
Si conoces a alguien que está viviendo esta situación, tiéndele la mano sin juzgar. Y si eres tú quien está pasando por ello, recuerda: no estás sola y aún estás a tiempo. Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino el primer paso hacia una vida más plena para ti y para tu bebé.