Sentir es parte de estar vivos. Alegría, tristeza, miedo, ansiedad, amor, vacío… todas las emociones tienen una función. Sin embargo, en una sociedad que premia la productividad, el control y la gratificación instantánea, sentir —sobre todo emociones difíciles— se ha vuelto incómodo. Y muchas veces, lo que no se expresa… se evade.
En este artículo, exploramos cómo la evitación emocional puede estar en el origen (y mantenimiento) de muchas conductas adictivas, desde el consumo de sustancias hasta las adicciones comportamentales.
Qué es la evasión emocional
La evasión emocional es un mecanismo psicológico que utilizamos para no conectar con emociones que percibimos como dolorosas, amenazantes o incontrolables. En lugar de permitirnos sentir, buscamos distraernos, reprimir o “anestesiar” lo que ocurre dentro. Esto no es un defecto. Es un intento de protección. Pero cuando esta evasión se vuelve un patrón crónico, puede generar consecuencias profundas: aislamiento, impulsividad, ansiedad… y adicciones.
Cómo se relaciona con las emociones
Las emociones desagradables (soledad, vacío, angustia, tristeza, culpa, frustración) activan zonas del cerebro vinculadas al malestar. El sistema de recompensa, por su parte, busca placer o alivio rápido.
Ahí entra la conducta adictiva. Ya sea con sustancias (alcohol, psicofármacos, drogas) o conductas (comida, redes sociales, juego, sexo, trabajo), se establece un círculo de regulación emocional disfuncional:
Malestar → consumo/conducta adictiva → alivio temporal → culpa o más vacío → nuevo malestar
A largo plazo, el cerebro aprende que “no sentir” es la solución. Pero esto solo posterga lo inevitable: sentir.
Aprender desde pequeños a no sentir
Muchas personas que desarrollan adicciones no lo hacen simplemente por curiosidad o presión social. El origen más profundo suele encontrarse en la infancia, en contextos donde expresar emociones no era seguro, aceptado o validado.
Desde muy pequeños aprendemos a través del entorno familiar cómo gestionar lo que sentimos. Si las emociones incómodas —tristeza, miedo, enojo, frustración— son castigadas, minimizadas o ignoradas, el niño aprende una lección clara: “sentir está mal”.
Veamos algunos ejemplos de frases comunes que marcan ese aprendizaje:
- “No llores, no ha pasado nada” → invalida la tristeza o el miedo. Enseña que si hay dolor, hay que ocultarlo.
- “Si te enfadas, te vas solo a tu cuarto” → el enojo se castiga con aislamiento. Aprendemos que el enojo rompe vínculos.
- “No exageres, estás bien” → la percepción propia se deslegitima. Se crea desconfianza hacia lo que uno siente.
- “Los valientes no tienen miedo” / “Las niñas buenas no se enojan” → se asocian emociones con debilidad, culpa o género.
Este tipo de invalidación emocional, aunque no siempre nace del maltrato, deja una herida profunda: la desconexión emocional consigo mismo.
Cómo romper este patrón
La clave está en reconectar con el mundo emocional sin juzgarlo ni reprimirlo. Algunas herramientas:
- Psicoterapia (TCC, terapia dialéctica, enfoque centrado en emociones):
 Aprender a identificar, nombrar y regular emociones de forma funcional.
- Mindfulness y aceptación:
 No se trata de cambiar lo que siento, sino de permitirme sentirlo sin reaccionar compulsivamente.
- Reconstrucción del lenguaje emocional:
 Muchas personas solo saben decir “estoy mal”. Aprender a decir “estoy frustrado, decepcionado, confundido…” es sanador.
- Redes de apoyo seguras:
 Ser escuchado sin juicio permite que la emoción se procese sin necesidad de evadirla.
Muchas personas adictas no saben que su adicción es un intento inconsciente de no sentir. Por ello en los tratamiento de adicciones de Forum el trabajo terapéutico no puede limitarse a la abstinencia, sino que debe incluir un proceso de reaprendizaje emocional: sentir sin miedo, sin juicio, con acompañamiento.
Como decía Gabor Maté:
“Pregúntate no por qué la adicción, sino por qué el dolor.”
 
				 
 
							