Ante la preocupación de muchas madres/padres que se enfrentan a un hijo adolescente con conductas desafiantes y consumo de porros, hoy queremos responder de forma práctica a una de las preguntas que nos soléis plantear: “¿Cómo os podemos ayudar?”.
A continuación os presentamos una guía paso a paso —que abarca desde la evaluación inicial hasta la prevención de recaídas— y que os ayudará a comprender lo que está ocurriendo, a establecer un entorno familiar sólido, a mejorar la comunicación, a coordinaros con el centro escolar y a crear una red de apoyo efectiva.
Con estas herramientas tendréis una hoja de ruta clara para acompañar a vuestro hijo o hija hacia un desarrollo más saludable y sin adicciones.
1. Trasfondo emocional y evaluación inicial
Desde el primer momento, es fundamental entender que el consumo de “porros” en la adolescencia suele ir acompañado de un trasfondo emocional y relacional: inseguridad, presión del grupo o incluso dificultades de aprendizaje pueden motivar al joven a buscar en la marihuana una vía de escape o de integración social. Por eso, antes de nada conviene realizar una evaluación profesional que descarte o confirme trastornos subyacentes —como TDAH, ansiedad o depresión— y valore la intensidad del consumo para diseñar después una estrategia ajustada a sus necesidades.
2. Entorno familiar: normas claras y afecto incondicional
En el día a día familiar, resulta esencial establecer un entorno de normas claras y afecto incondicional. No se trata de imponer castigos arbitrarios, sino de acordar juntos unas pautas de convivencia (horarios, tareas y uso de dispositivos) y de comunicar desde el cariño las consecuencias naturales de incumplirlas. Al mismo tiempo, reconocer y reforzar cada pequeño avance —una tarde sin fumar, una mejoría en el rendimiento escolar/laboral o un gesto de responsabilidad— alimenta la motivación del joven mucho más que centrar el discurso en únicamente lo negativo.
3. Comunicación abierta y escucha activa
La comunicación abierta es otro pilar básico. En lugar de interrogar o recriminar, conviene practicar la escucha activa: hacer sentir al adolescente que te importa su voz, sus miedos y sus metas, aunque a veces reaccione con desafío. Preguntas sencillas como “¿Cómo te sientes últimamente?” o “¿Qué esperas cambiar en tu vida?” pueden abrir espacios de diálogo donde él mismo explore sus contradicciones.
En este proceso, la terapia cognitivo-conductual y la entrevista motivacional ofrecen herramientas muy valiosas para que el joven aprenda a manejar el estrés, a cuestionar creencias como “el porro es lo único que me relaja” y a reforzar sus propios motivos para reducir el consumo.
4. Plan de prevención de recaídas y redes de apoyo
Finalmente, para evitar recaídas es útil diseñar un plan de acción concreto: identificar los desencadenantes (aburrimiento, discusiones familiares o ciertos amigos), pactar alternativas inmediatas (una llamada a un amigo de confianza, salir a correr, practicar técnicas de relajación) y establecer revisiones periódicas de objetivos junto al terapeuta. Además, contar con un grupo de apoyo ofrece un respaldo en momentos de crisis. Con este enfoque integral —que combina comprensión, límites claros, refuerzo positivo, terapia especializada y colaboración con la escuela— podrás acompañar a tu hijo o hija en el difícil camino hacia un desarrollo más saludable y libre de adicciones.